Hay viajes que se disfrutan, y otros que se recuerdan para siempre. Lo nuestro con Nürburgring ya no es un simple plan anual: es una tradición, una cita marcada en rojo en el calendario, una peregrinación al corazón del automovilismo. Y este año, una vez más, el viaje estuvo a la altura de las expectativas —y las superó—.
El jueves por la mañana, Álvaro, mi hermano Luis y yo aterrizábamos en Düsseldorf, bajo un cielo despejado y con una agradable brisa que nos acompañó durante el paseo matutino que nos dimos. La ciudad, moderna y elegante, nos sorprendía con un desfile de coches súper exclusivos.
Literalmente en el primer semáforo en el que paramos, se detuvo a nuestro lado un imponente Porsche 992 GT3 RS Full Black que nos hizo presagiar que la jornada se pondría interesante. Veíamos pasar muchos Porsches, Ferraris y algún que otro clásico que parecía salido de una postal. El ambiente era ideal, relajado pero vibrante, como si la ciudad supiera que lo mejor aún estaba por venir.
Tras otra caminata a orillas del Rin, nos sentamos a comer en una terraza frente al río, para disfrutar de un típico codillo al sol, del buen ambiente y, cómo no, de las conversaciones que ya giraban en torno a coches, vueltas, referencias y momentos que habíamos vivido en años anteriores.
Tras el almuerzo, nos dirigimos a un lugar que todo amante del motor debería visitar al menos una vez en la vida: Classic Remise. Allí, entre paredes de ladrillo visto y estructuras de cristal, descansan algunas de las piezas más exclusivas del mundo del automóvil. Coches de los que existen menos de 100 unidades, verdaderas joyas que parecen suspendidas en el tiempo.
Caminábamos con respeto, como si estuviésemos en una galería de arte… porque, de algún modo, lo estábamos.
El olor a cuero, gasolina y nostalgia flotaba en el aire. Cada coche tenía una historia, y nosotros nos perdíamos entre ellas. Ferraris híper exclusivos, Aston Martins únicos, Bugattis que superan los 3,5 millones de Euros y rarezas que ni siquiera sabíamos que existían.
De todos los coches que vimos, el que más tiempo me quedé contemplando fue el nuevo Lancia Stratos de Manifattura Automobili Torino, con sus llantas en color amarillo y los míticos colores de Alitalia, del que tan solo se construyeron 25 unidades. Es uno de los primeros coches de Scalextric que tuvimos en casa y nada más verlo me transportó a aquellos maravillosos años en los que solo podía soñar con llegar a pilotarlo.
Al caer la tarde pusimos rumbo a Nürburg. Poco a poco, a medida que nos acercábamos, los nervios crecían. La carretera serpenteante, la silueta del castillo en el horizonte, y ese ambiente único que solo se respira en los pueblos que viven para la pista. Cenamos con tranquilidad, rico y abundante, y nos fuimos a descansar sabiendo que al día siguiente el rugido de los motores marcaría el ritmo.
El viernes amaneció despejado, casi inusualmente perfecto para ser abril en la región de Eifel. Nos dirigimos a Brünnchen, una de las curvas más icónicas del circuito y punto de encuentro habitual, con la suerte añadida de que en ese momento había varios equipos de competición rodando en pista y poniendo a punto sus espectaculares monturas, como era el caso de los espectaculares Mustang GT3 o Porsche GT3 R, que pasaban a fondo por el vértice de la primera curva a derechas como si de una recta se tratase.
Allí nos esperaba gran parte del grupo. La emoción era palpable: gente llegada de todos los rincones de España, incluyendo las islas, reunidos por una misma pasión. Más de la mitad eran repetidores, una señal clara de que lo que hacemos va más allá de rodar en circuito. Es comunidad, es familia.
A las 14:30 teníamos que estar en las instalaciones de RSR para recoger los coches con los que íbamos a entrar en pista, así que a las 13:00 nos fuimos a comer a la terraza de Mamma Mía, restaurante italiano situado a escasos metros de la curva Nordkehre, desde donde se pueden escuchar alto y claro los flat six de los Porsche GT3 girando a 9.000 vueltas.
Tras la comida, nos dirigimos a RSR, donde hicimos el check-in e impartíamos el briefing de seguridad. Este paso, aunque ameno e informal, es uno de los más importantes del viaje. Porque Nürburgring, con sus 21 km de curvas, cambios de rasante y trampas invisibles, es tanto una maravilla como un reto. Respetarlo es parte del juego.
A las 17:00 se empezaron a levantar las barreras del circuito. Y entramos. La sensación de rodar en Nürburgring no se puede explicar, solo se puede vivir... Pero si hay que intentarlo, podríamos decir que es una mezcla de respeto, adrenalina y absoluta concentración. Este año, el tiempo era ideal: seco, soleado, con buena temperatura. Eso atrajo a muchos locales que se sumaron al espectáculo, aumentando el ambiente en pista y en los alrededores, donde cientos de aficionados observaban, grababan y animaban.
Ver a los participantes emocionarse y bajar del coche con una sonrisa de oreja a oreja es la mejor de las recompensas y el motivo por el que mi hermano y yo organizamos este pedazo de viaje.
Uno de los momentos más especiales de la jornada fue cuando algunas madres y novias, que en principio venían solo de acompañantes, se animaron a subirse conmigo de copi en el atómico VW Golf Revo de 400 CV para dar una vuelta rápida. Fue emocionante ver cómo, entre nervios y adrenalina, se bajaban del coche con una sonrisa de oreja a oreja, habiendo sentido el Nordschleife de una forma muy personal.
A las 19:30 cerraba la pista, y con el rugido de los motores aún retumbando en la cabeza, nos dirigimos a cenar a Pistenklause, ese restaurante mítico donde pilotos, aficionados y leyendas del motor han dejado su huella.
Y en esta ocasión, tras muchos años de sentarnos en la misma mesa, por fin dejamos nuestro sello: una pegatina de IMARTI MOTORSPORT que ahora forma parte de la historia que se respira en esas paredes llenas de recuerdos y pasión. Si algún día tienes la oportunidad de comer o cenar por allí, te retamos a que nos busques.
El sábado a las 8:00 la pista volvía a abrir. Y los más madrugadores fuimos recompensados con dos horas de gloria: sin apenas tráfico, con la pista aún fría pero estable, y una atmósfera casi mágica. Rodar en Nürburgring sin interrupciones, sin coches lentos ni adelantamientos constantes, es algo muy difícil de conseguir… y lo conseguimos.
El buen tiempo se mantuvo durante toda la jornada, un hecho casi milagroso teniendo en cuenta que el año pasado, por estas mismas fechas, una nevada inesperada nos obligó a hacer una pausa forzada. Este año, en cambio, todo fluyó.
Los nuevos paneles luminosos de seguridad instalados el año anterior también marcaron la diferencia: cualquier incidente era rápidamente comunicado a través de señales claras y visibles a larga distancia, mejorando notablemente la seguridad y la confianza en pista, algo que desde hace años echábamos en falta.
La pista cerraba a las 19:00, y esa noche como también ya es tradición, cenamos en el restaurante Pinocchio, situado en la localidad vecina Adenau, un lugar más informal pero con mucho encanto. Tuvimos el salón de arriba casi en exclusiva para nosotros, lo que nos permitió charlar, compartir impresiones, fotos, y reírnos de esas pequeñas anécdotas que solo se viven en Nürburgring: adelantamientos inesperados, despistes en curvas complicadas, y alguna que otra frenada “creativa”.
El domingo repetimos el ritual: madrugar, ponerse el casco, los guantes… y pista. Las primeras horas, nuevamente, fueron una delicia. Algunos aprovecharon para dar unas vueltas extra con el Golf Revo, poniéndolo casi al límite y sacándole todo el jugo antes de despedirse de la pista.
Alrededor de las 12:00, el rugido fue bajando de intensidad. Tras completar todas las vueltas, metíamos los coches en el garaje. Nos mirábamos con una mezcla de satisfacción y nostalgia. Sabíamos que era el final de esta edición, pero también sabíamos que no será la última.
Con el corazón aún acelerado, pusimos rumbo a Colonia. Paseamos, comimos algo, y disfrutamos de las últimas horas antes del vuelo de regreso a Madrid. Pero nuestras mentes seguían allá, en Nürburg, entre pianos y curvas ciegas, soñando ya con la próxima vuelta.
¡Si te gustaría formar parte del próximo Imarti Nürburgring Experience, no te lo pienses más y ponte en contacto con nosotros a través de info@imartimotorsport.com o mediante llamada o Whatsapp en el 692 068 069!